El mes pasado fui al cine cuatro o quizás cinco veces. El semestre pasado vi a Andrés tres veces a la semana o tal vez cuatro. Hace cuatro años hablaba todos los días con V. Diez años atrás veía todos los días a mi padre. Claramente la vida pasa y las cosas cambian.
Cambie un escritorio repleto de papeles, largas jornadas de trabajo, cierres interminables, una firma a la semana en La Tercera por un lugar donde el único ruido que se escucha es el rin del teléfono de mi compañera (porque el mío no suena en todo el día), una oficina tres veces más grande que mi dormitorio, un computador que supera con creces mi sueldo y una impresora que imprime a color. Sin lugar a dudas, los escenarios son otros...
El año pasado a estas alturas tomaba apuntes en una sala, cuando ya pocos compañeros llegaban a clases. Este año por primera vez vi la sala de clases desde la pizarra.
Después de quizás tres o cuatro semanas logré- por fin- construir la ruta. Si bien no logro ver con tanta claridad como en aquel entonces, cuando guardé el jumper y los libros de Jodorowsky y los cambie por desteñidos jeans y textos de Saussure y Marc Auge, tengo el mismo ánimo y fuerza que hace seis años atrás. Cuando tuve que acostumbrarme a vivir sin las buenas noches de Manuel, sin dinero en la billetera y sin postre después de almuerzo.
lunes, 16 de marzo de 2009
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2 comentarios:
Te escribí un comentario largo y lindo, y no quiero que no quede igual ahora que se borró por accidente.
Tengo otro blog, de duración indefinida :)
es bueno traer el ayer al hoy
e invitarlo al mañana,
siempre es bueno creo yo.
saludos robot grande
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