lunes, 27 de agosto de 2007

¿Dónde están los superhéroes?



Después de ver " El dormilón", una de las primeras obras de Woody Allen, nos dispusimos con R a disfrutar de unos ricos y prometedores arrollados primaveras, de aquellos que tan famosos han hecho a los chinos. Luego de comprar una porción de esta exquisita combinación entre repollo, carne, y harina decidimos buscar un lugar adecuado para tan magno evento. Cuando la tarde estaba por terminar, cuando estábamos a punto de disfrutar de esos, a esas alturas ansiados arrollados, la vida nos complica solo un poco la existencia: el auto sin previo aviso se detuvo. ¡Diablos! habíamos quedado en pana.

¿Qué hacemos? me preguntó R. Comernos los arrollados, le dije. No de hambrienta, sino para parecer práctica. Ya devorado el ya típico, y casi chileno arrollado primavera, comenzamos a pensar en como diablos hacíamos andar el auto. No tengo plata para bencina, le dije. No si no creo que sea la bencina el problema, respondió. Luego de casi veinte minutos la vida no le dio la razón - por fin - porque era precisamente la bencina.

¿Qué se hace a las diez de la noche estando en la plaza Brasil, sin plata y viviendo, en mi caso, a más de veinte kilómetros de allí?. Luego de gastar mis ahorros, y de mojarme todas las manos con bencina - porque tuve que vaciarla desde un bidón de aceite a una botella de Coca Cola de dos litros y medio- el querido auto, que a esas alturas ya no era mi querido aliado no se dignaba a partir. No señores se rindió en medio de la calle, no voy a avanzar nos decía mientras R empujaba y yo procuraba superar el miedo a manejar (temo confesar que luego de haber chocado un auto, que por supuesto no era mío, un pequeño trauma me quedó).


Cuando ya habían transcurrido dos horas y el querido Toyota Corolla Blanco no quería partir, me recordó a esos niños mal criados que se ponen a llorar en medio del supermercado y que gritando se tiran al suelo sin dignarse a dar un solo paso, mientras por supuesto la mamá mira con cara de: perdónenlo, no siempre es así.


Cuando ya eran las once de la noche y mis llamados a algún superhéroe no parecían ser escuchados, un amable taxista nos dijo: los ayudo. Por fin el superhéroe había llegado, vestía camisa y andaba en un taxi. Parece que el amable señor le entró en gracia al querido Toyota porque después de dos horas de pucheros y reclamos partió.




2 comentarios:

agua.con.sal dijo...

qué suerte tuvieron de encontrarse con aquel buen taxista.


espero que este día haya sido estupendo, querido sofío.

René dijo...

Qué plancha, amor lindo. Una señorita de 23 años no se merece un trato tan indigno.

Pero queda para el baúl de los recuerdos (los buenos!)

Besitos